Estos guerreros, situados en la
última línea de una clásica formación republicana, menores en número pero
grandes en fuerza, en valor, eran los héroes por así decirlo, ya que se
reservaban sólo para los casos de crisis. Eran los determinantes, se colocaban
de una manera parecida a la falange griega. Sus lanzas eran las que
determinaban en estos casos de crisis quien era el ganador u perdedor.
Si veían que no podían ganar al
enemigo contenían y resistían sus golpes, en este caso, golpe de la vida, golpe
de autoestima, golpe de la amarga vida. Estos al hacer esto daban tiempo a las
demás formaciones a reagruparse, para volver a la batalla, para volver a
luchar, para, en este caso, levantarse y seguir, mirar hacia delante, para
seguir con la lucha hasta que el camino se acabe.
Sus protecciones corporales eran
de las mejores de las formaciones, pero esto no evita que muchas veces un
triario se sienta dolido por la "Gladius" (Gladius, gladii: espada)
de algún enemigo. Sus cotas de mallas eran fuertes y resistían los golpes hasta
que acaba aparentemente todo y esta se podía retirar del cuerpo, pero si se
retira pronto por la confianza hacia el enemigo el triario es asesinado, es
herido y la muerte llega en el campo de batalla de la manera menos querida.
Un triario poco a poco se iba
formando, iba dándose cuenta poco a poco de que la cota de malla y las
protecciones nunca se quitan, que siempre hay que ir en guardia, y que en las
situaciones críticas había que estar en pie hasta la muerte o hasta ser el
ganador, por mucho que se cayeran se levantaban y seguían en la lucha, porque
sí, hay batallas que se pierden, pero la guerra sigue siendo
continua...acabando con esta alegoría, ¿Yo, triaria en formación de los golpes
de la vida, me daré algún día cuenta de que no hay que bajar la guardia y
quitarse la protección antes de tiempo? Esperemos que el tiempo lo decida.